Los capuchinos dan la vuelta al mundo con aproximadamente 11.000 frailes, que sirven al Señor y a la Iglesia en una variedad de ministerios: predicando la Palabra de Dios, consolando y apoyando a los enfermos en hospitales, residencias de ancianos, dirigiendo retiros y sirviendo
en parroquias. También trabajan en comedores de beneficencia, despensas y albergues para indigentes, pobres y necesitados, atienden a emigrantes y a sus familias, y son misioneros en el extranjero.
Nuestra fuerza se deriva de nuestra rica herencia de oración contemplativa. Somos una fraternidad evangélica, rezamos en común, compartimos comidas y tiempo juntos, ayudándonos mutuamente a crecer, como en una familia. Nuestras comunidades, que llamamos fraternidades, son lugares de alegría y hospitalidad. Nos inspiramos en la vida de Cristo, en la Sagrada Escritura y en el ejemplo y los escritos de San Francisco de Asís para vivir una vida sencilla y humilde.
Los franciscanos capuchinos visten el hábito tradicional de San Francisco de Asís: sandalias en los pies, cuerdas en la cintura y rosarios a los lados, como signo externo de pertenencia a una hermandad franciscana. Sin embargo, son los hábitos vivos de servicio a Dios y a los demás los que están en el corazón de nuestras vidas y comunidades capuchinas.
Los carismas capuchinos son:
Contemplación: Nos comprometemos a la contemplación silenciosa todos los días.
Fraternidad: Somos hermanos.
Minoridad: Elegimos vivir y trabajar entre los pobres y marginados.
Ministerio: Servimos a los más necesitados, enraizando nuestro trabajo en la Minoridad y la Contemplación.
Justicia-Paz-Ecología: Buscamos el bien común de toda la humanidad y de la Tierra de Dios.
A través de ellos, los franciscanos capuchinos nos esforzamos por vivir según el ejemplo de San Francisco, que nos señala a Cristo.